Por Camila Galfione
En Sarah Kosta nos gusta hablar de tendencias y contar acerca de nuestras últimas colecciones, pero cada tanto, nos fascina incluir un poco de historia.
En esta ocasión, quisimos contarles algunas curiosidades acerca de la vida y las líneas de alta joyería de tres destacados joyeros de la historia.
Gabriel Bonheur “Coco” Chanel (1883-1971)
“Al menos que esté usando perlas, una mujer siempre debería llevar piedras de color”… una frase curiosa viniendo de la mujer que prácticamente inventó el Black & White y el Little Black Dress.
Si bien muchos conocen a la emblemática figura francesa como la creadora de la elegancia contemporánea y de las joyas fantasía, en esta nota les queremos contar acerca de su línea de alta joyería que hasta hoy se desarrolla en la firma.
Por años, Coco creó sus propia colección de joyas que era, de uso personal. Se dice que las piezas, solían regalárselas sus amores. Más adelante, comenzó a desarrollar alhajas para su propia firma, que se caracterizaban por ser artísticas y distinguidas.
Las cadenas, las gemas de colores, las perlas, los leones, las camelias y los íconos rusos eran característicos de las colecciones de alta joyería de Chanel, que se inspiraban en los mosaicos, en los vitrales eclesiásticos en la época bizantina y renacentista. Todo iba acorde al estilo personal de Gabrielle, quien logró convertir las perlas en un ícono de elegancia entre las mujeres parisinas.
Coco era una mujer misteriosa y supersticiosa que trabajaba siempre con símbolos. La presencia del león en su firma originaba de su signo del zodíaco, Leo. La fuerte presencia del color en sus alhajas intentaba darle presencia a la naturaleza.
Chanel hizo siempre especial énfasis en la importancia de que, los estilos propuestos por ella, sean siempre revisados para mantenerse frescos y contemporáneos en el tiempo.
Harry Winston (1896 – 1978)
Probablemente, el joyero americano más reconocido de la historia. Winston trabajó desde una temprana edad en la joyería de su padre. Se dice que con doce años, pudo reconocer un diamante de dos quilates en una casa de empeño que compró por veinticinco centavos y luego vendió por ochocientos dólares.
En el año 1929 Harry emprendió su propio negocio y, en 1932 abrió su primer tienda en La Gran Manzana. Sin embargo, su imperio comenzó en 1926 cuando compró la colección de joyas de Arabella Huntington, la esposa de un gran magnate, por 1.2 millones de dólares.
Winston fue dueño de importantes diamantes como el Blue Heart, el Isadora Diamond y el maldito diamante Hope, que se podría decir maldijo a la familia del joyero después de su muerte, con la fuerte disputa de sus dos hijos, Ronald y Bruce, por la pertenencia de la firma que ambos habían heredado.
El orfebre protagonizó la cómica novela de Lauren Weisberger titulada “Chasing Harry Winston” y, en la canción “Diamonds are a girl’s best friend” en el musical “Gentlemen Prefer Blondes” en 1953, hubo un diálogo que decía “Háblame, Harry Winston, cuéntamelo todo”. Sin duda, la figura de la joyería más renombrada.
(Diamante Isadora)
Alexandre Reza (1922-2016)
Reza fue uno de los joyeros más prestigiosos de la historia y el mayor coleccionista de gemas del mundo. Se dice que el orfebre recorrió el mundo en búsqueda de los tonos más exquisitos de pedrería de la naturaleza. Del lugar de origen de cada piedra inspiraba la joya que la contendría.
Alexandre nació en Moscú y de chico se mudó con su familia a Francia. Las gemas siempre fueron su pasión. Por tres décadas fue encargado de proveérselas a grandes firmas como Boucheron, Bulgari, Cartier, Chaumet, Harry Winston, Louis Gérard y Van Cleef & Arpels, hasta que, en el año 1981 decidió abrir su joyería homónima en París.
La opulencia, el esplendor, la extravagancia, el movimiento, la luz, la armonía y la perfección son algunas características que se le atribuyen al arte de Reza. “Mi trabajo consiste en combinar gemas como si estuviesen destinadas a estar juntas desde su origen” afirmaba el orfebre, quien tenía como misión traer el brillo, la magia y la sofisticación de regreso al mundo de las joyas. También hablaba mucho de la mágica conexión entre las gemas y la esencia del hombre.
La reconstrucción de alhajas antiguas fue una fase destacada de su obra. Solía inspirarse en bocetos antiguos y los traía de regreso a la vida incorporándole sus característicos colores y su imaginación. Las pinturas de algunos artistas, como Rouget, lo inspiraban también a la hora de crear.
Su hijo Oliver fue quien siguió con la esplendorosa compañía.